Innovar desde lo posible: construir un ecosistema para transformar la construcción progresiva de vivienda

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Por Gema Stratico – Directora regional del Centro Terwilliger de Innovación en Vivienda de Hábitat para la Humanidad Internacional

En América Latina, millones de familias construyen su hogar día a día, por etapas, con esfuerzo, y muchas veces en condiciones precarias. No lo hacen por elección, sino porque el sistema no les ofrece otra opción. Y es precisamente ese sistema el que necesitamos transformar si realmente queremos hablar de innovación.

En el sector de la vivienda, no basta con tener buenas ideas o nuevas tecnologías. Desde hace décadas existen soluciones como el concreto prefabricado, la impresión 3D o los sistemas modulares, pero siguen sin escalar. ¿Por qué? Porque innovar no es solo cuestión de productos: es una cuestión de contexto.

Gema Stratico – Regional Director de Hábitat para la Humanidad Internacional

Desde el Centro Terwilliger de Innovación en Vivienda, lo hemos comprobado una y otra vez. Las innovaciones que buscan mejorar la vida de las personas más vulnerables no escalan si no están enraizadas en la realidad de esas personas. Por eso creemos que toda innovación debe partir de una pregunta esencial: ¿qué necesitan realmente las familias?

Entonces observamos que el principal cuello de botella no está en lo técnico, sino en la ausencia de un ecosistema que habilite la adopción de soluciones. Modelos de financiamiento que no responden al usuario en cuestión, normativas rígidas que no rescatan lo suficiente la realidad y las limitaciones de estas familias, marcos institucionales fragmentados que no conversan como sistema integrado y un miedo generalizado al error impiden que las ideas avancen más allá del piloto.

Escuchar a las familias no es solo un principio ético: es una estrategia inteligente para cualquier actor que quiera transformar la vivienda desde la innovación. Desde políticas públicas hasta productos financieros, desde cooperativas hasta startups, todo intento de cambio sostenible empieza por comprender cómo se construye en la realidad, con qué recursos, bajo qué lógicas, y con qué sueños.

En ese sentido, los emprendimientos con modelos de negocio orientados al impacto tienen una oportunidad poderosa. Si logran conectarse de forma genuina con esa realidad —y no solo diseñar desde el escritorio— pueden convertirse en verdaderos catalizadores de cambio. La clave no está en tener una idea brillante, sino en adaptarla, probarla, equivocarse pronto y aprender con rapidez.

En ese camino, los emprendimientos con modelos de negocio orientados al impacto tienen una oportunidad única: si logran conectar con esa realidad, pueden convertirse en catalizadores de cambio. Cuando una startup escucha de verdad a las familias, prueba en campo, adapta su propuesta y la valida en condiciones reales, el impacto se multiplica. Se abren canales de distribución antes inaccesibles. Se activan redes informales con capacidad para escalar. Se aprende rápido, y se aprende con humildad. Las soluciones dejan de ser ideas aisladas y empiezan a formar parte de un sistema vivo, que evoluciona junto con las personas.

Lo que necesitamos es un ecosistema de innovación abierta. Uno donde los actores tradicionales —Estado, banca, academia, gremios, empresas— trabajen con objetivos comunes, compartan riesgos y habiliten espacios seguros para experimentar. Un entorno donde las familias no sean vistas solo como “beneficiarias”, sino como aliadas en el diseño y adopción de soluciones. Donde las decisiones de inversión se tomen no solo con lógica financiera, sino con lógica social.

En ese ecosistema, innovar no será la excepción, sino la norma. Y la innovación dejará de ser un lujo para convertirse en una herramienta de equidad.

Porque al final del día, esto no se trata solo de casas. Se trata de vidas. Y cada vez que una familia logra construir su hogar de manera más segura, rápida y asequible, estamos innovando en lo que realmente importa.

Tiabaya, AREQUIPA, PERU (08/20/2024)) – Sra. Brenda Alarcón en la fachada de su casa durante la visita de Hábitat para la Humanidad a la Familia Alarcón Hurtado, una de las primeras familias beneficiadas con Bono Canon en la región de Arequipa – Perú, que a través del Fondo MiVivienda lograron la construcción de su vivienda con la entidad técnica GOINCO (Aliada de Hábitat para la Humanidad) en la localidad de San José de Tiabaya, Arequipa ©️ Habitat for Humanity International / Tatiana Guerrero

Guardián Constructor Ejemplo de innovación abierta

Pero hablar de ecosistema también es hablar de innovación abierta: en el Centro Terwilliger de Innovación en Vivienda, parte de Hábitat para la Humanidad reconocemos que ningún actor —por sí solo— tiene todas las respuestas, y que solo colaborando es posible escalar soluciones reales.

Un ejemplo concreto de cómo aplicamos innovación abierta es Guardián Constructor , una plataforma multiactor que lanzamos para articular a empresas, instituciones financieras, diseñadores, técnicos y ferreterías con familias de bajos ingresos que desean construir o mejorar su vivienda. Esta red de actores no solo comparte un propósito común —hacer que la construcción progresiva de una vivienda sea más segura, rápida y asequible—, sino que también ajusta sus procesos y comparte tanto los aciertos como los errores.

Guardián Constructor nace de preguntas urgentes: ¿Por qué el mercado formal no atiende un segmento tan activo como el de la construcción progresiva de vivienda? ¿Cómo evitar que las familias repitan procesos interminables, costosos e inseguros de construcción? ¿Qué se necesita para generar confianza en servicios técnicos y financieros?

La respuesta fue crear una comunidad donde cada actor aporta desde su rol, pero alineado a una propuesta de valor conjunta. Desde los planos y servicios legales de una vivienda hasta el servicio postventa, pasando por el diseño técnico y el financiamiento, todo está pensado para reducir la fricción entre oferta y demanda. Así, logramos algo inusual: que construir una casa deje de ser una carga aislada y se convierta en una experiencia acompañada.

Y los resultados lo demuestran, a junio del 2025: más de 6,900 familias ya han vivido esta experiencia constructiva, movilizando cerca de 12 millones de dólares en inversión. Pero más allá de las cifras, lo más importante es el cambio de lógica: construir bien dejó de ser un privilegio. Hoy es una posibilidad concreta, gracias a un ecosistema que decide innovar en comunidad.

¿Te animas a construir ese ecosistema con nosotros?

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